Finalmente el 11 de marzo llegó, el día de partir estaba en puerta, era tanta la emoción que no pudé dormir la noche anterior al viaje. Ahí estabamos en el aeropuerto los 33 kenshuines cada quíen viviendo a su modo los últimos momentos en México. Debo admitir que la idea de estar encerrado durante 16 horas en un avión no me hacía mucha gracia, pero era el pequeño precio que tenía que pagar si quería estar en Japón.
Nuestro grupo estaba dividio en 2 , los que viajabamos directo hasta Narita por Aeromexico, y los que hacían escala en Nueva York y viajaban por JAL. Nuestro grupo que viajaba directo a Narita, era el primero en partir, en este punto perdimos a 2 de nuestros tomodachis (amigos), debido al mal clima no arrivaron a tiempo al aeropuerto de la Cd. de México, afortunadamente se reencontraron con el grupo en Japón.
En el avión me tocó sentarme junto a un Sr. también mexicano que me preguntó , "¿Porqué tantos y tan emocionados?, de seguro van por parte de JICA", e inmediatamente le pregunte el cómo es que lo sabía. En ese momento me dijo que el perteneció a una de las primeras generaciones de JICA que habían ido a Japón y sobre el como la experiencia había influido tanto en su vida, al decir tanto no exageró, el Sr. estaba casado con una japonesa y en ese momento iba a reunirse con su familia en Japón, a lo que solo pudé pensar, Sugoi desu ne!!!
Después de 16 largas horas de viaje, lo emocionante estaba por venir. Justo una hora antes de aterrizar en Narita, vislumbramos los primeros indicios de tierras niponas, (Aún en ese momento y teniendo la evidencia ante mis ojos, debo admitir que aún no me lo creía).
Finalmente aterrizamos en el aeropuerto de Narita y a partir de ese momento todo empezaba a ser diferente a lo que estaba acostumbrado, era la primera vez que pisaba suelo que no fuera mexicano, empezabas a oir el sonido local y no entendías nada y no se diga kanjies por todos lados, en ese momento empezaba a creérmela, realmente estaba en Japón.
Finalmente aterrizamos en el aeropuerto de Narita y a partir de ese momento todo empezaba a ser diferente a lo que estaba acostumbrado, era la primera vez que pisaba suelo que no fuera mexicano, empezabas a oir el sonido local y no entendías nada y no se diga kanjies por todos lados, en ese momento empezaba a creérmela, realmente estaba en Japón.
Después de pasar por migración una persona de JICA ya nos estaba esperando en el aeropuerto, era el momento de empezar a cambiar nuestros dólares por yenes para poder empezar a probar la variedad de productos japoneses.Fué aquí en el aeropuerto que conocí por primera vez los Pokys (delgadas galletas de chocolate que se convirtieron en parte de mi dieta diaria), y el calpis, bebida a base de arroz, que sinceramente no llegó a ser de mis favoritas.
Pero hasta este punto todavía no llegabamos a nuestro destino final, aún faltaba tomar un avión hacia Nagoya, la ciudad donde viviriamos nuestros primeros 2 meses en Japón. Este vuelo duró 2 horas, pero como valió la pena, y todo por el simple hecho de pasar por encima del majestuoso Monte Fuji aún cubierto de nieve, la vista era impresionante, Japón empezaba a sorprendernos con sus paisajes.
Al llegar al aeropuerto de Chubu, en la ciudad de Nagoya, otro miembro de JICA ya nos estaba esperando para llevarnos al centro JICA, la organización era muy buena, sin ellos esto habría sido sumamente díficil. El camino entre el aeropuerto y el centro JICA fué en autobus, empezábamos a admirar los paisajes japoneses, los campos de arroz, la arquitectura, los espectaculares, en ese momento debo admitir que todo era muy impresionante, a todo le queria tomar foto.
Después de una hora de recorrido llegamos al centro JICA. Mejor ubicación no podía tener, en el centro de Nagoya, a solo 10 minutos caminando de la Nagoya Eki (Eki, えき , significa estación de trenes). Al llegar la primera persona en darnos la bienvenida, fué Yumi San, que les puedo decir de Yumi, la persona más atenta y servicial que he conocido, no exageró al decir esto, Yumi llegó a convertirse en algo similar a la hermana mayor de todos los kenshuines, nos dió nuestra bienvenida y nuestras primeras indicaciones en español, un buen gesto de su parte ya que ella no dominaba el español y no tenía la obligación de hacerlo en español.
Después de una hora de recorrido llegamos al centro JICA. Mejor ubicación no podía tener, en el centro de Nagoya, a solo 10 minutos caminando de la Nagoya Eki (Eki, えき , significa estación de trenes). Al llegar la primera persona en darnos la bienvenida, fué Yumi San, que les puedo decir de Yumi, la persona más atenta y servicial que he conocido, no exageró al decir esto, Yumi llegó a convertirse en algo similar a la hermana mayor de todos los kenshuines, nos dió nuestra bienvenida y nuestras primeras indicaciones en español, un buen gesto de su parte ya que ella no dominaba el español y no tenía la obligación de hacerlo en español.
Después de las primeras indicaciones era tiempo de conocer nuestros cuartos y empezar a desempecar, pero sinceramente, ¿quién quería desempacar?, que importaba el cansancio, la falta de sueño, el frío y el cambio de horario, estábamos en Japón, era momento de empezar a conocer, las maletas no iban a ir a ningún lado.
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